25 de Junio de 2018
El Ingreso Básico Universal, IBU, es la propuesta electoral más radical y a la vez más sensata* para disminuir la pobreza en el país. Junto con el aumento al salario mínimo, la reducción de impuestos a la clase media, la recuperación de la inversión pública no sólo en cantidad, sino en calidad y eficacia y el impulso a un programa ambicioso de construcción de infraestructura, el IBU será uno de los instrumentos para combatir la desigualdad, recuperar el crecimiento y el empleo en el país.
La campaña del Frente ha enviado varios millones de cartas con una explicación sencilla del IBU, incluyendo la idea de que sería “para toda la vida” y una maqueta de una tarjeta similar a la que podría usarse para las transferencias electrónicas del Ingreso Básico. Porque es una simple maqueta, ésta no contiene dinero ni para antes, durante ni después de las elecciones ni tampoco inscribe en el IBU a la persona que la recibe. Tampoco condiciona la entrega del IBU a un voto por nuestra coalición electoral.
Dentro de las airadas, pero a mi ver saludables reacciones por esta propaganda electoral destaco la que se manifiesta iracunda ante la propuesta de que el IBU pueda ser “para toda la vida”. Los programas sociales tradicionales a los que estamos acostumbrados tienen una puerta de entrada y deberían tener una puerta de salida. Por ejemplo, si la puerta de entrada para recibir Prospera es ser pobre entonces la puerta de salida, es decir, dejar de ser beneficiario de ese programa, se abriría cuando esa persona aumentara sus ingresos, mejorara su calidad de vida y dejara de cumplir las condiciones iniciales que lo hicieron merecedor del programa. Esto sucede poco frecuentemente porque los programas selectivos o focalizados incentivan a los beneficiarios a evitar salir del programa. A este fenómeno se le llama la “trampa de la pobreza”. En pocas palabras: evito dejar de ser pobre para seguir recibiendo Prospera. Muchos programas tienen puerta de salida forzosa. Por ejemplo, las becas estudiantiles de Conacyt para posgrado sólo pueden prolongarse un año. Otras no exigen puerta de salida y los estudiantes prolongan su condición de estudiantes lo más que pueden, como en la Universidad de la Ciudad de México, lo que tampoco me escandaliza.
El Ingreso Básico Universal no es un programa social, no tiene puerta de entrada para cierto tipo de beneficiarios y por tanto tampoco tiene puerta de salida, teóricamente es para toda la vida. El IBU es una herramienta para cumplir con el derecho a la vida digna consagrado en la Constitución federal. El adjetivo universal quiere decir que es para todas las personas de un determinado universo. No importa si ya reciben una jubilación, si tienen empleo, si son estudiantes o campesinos con o sin tierra, madres solteras o casadas, si son empresarios formales o venden tamales en una esquina. En el Frente pensamos que deberían recibir el IBU todas las personas de 18 años en adelante. (Si hubiera más recursos fiscales a mi me gustaría bajarlo a 16 años, la edad legal para trabajar). Una modalidad del IBU es que las personas se autoinscriban, como sucede hoy con la pensión a adultos mayores, de tal manera que quien no quiera recibir el IBU porque no lo necesita, no lo recibirá.
Por las condiciones de debilidad de las finanzas públicas, pues se recauda muy poco comparativamente con países de igual desarrollo al nuestro, en una Presidencia de Ricardo Anaya el IBU se iniciaría por los municipios más pobres del país, un universo de aproximadamente 10 millones de mexicanos. ¿Sería para toda la vida? Teóricamente así debería ser y así ha sido con el experimento más largo, el de Alaska, que ya cumplió 3 décadas. En México dependería de reformas constitucionales que lo reconocieran como un derecho, tal como ya está en la Constitución de la Ciudad de México y de finanzas públicas más fuertes.
En la tesis aislada de la Primera sala de la SCJN de 2007, “Derecho al mínimo vital en el orden constitucional mexicano”, de la que fue ponente el ministro José Ramón Cossío, se plantea que: “Un presupuesto del Estado democrático de derecho es el que requiere que los individuos tengan como punto de partida condiciones tales que les permitan desarrollar un plan de vida autónomo, a fin de facilitar que los gobernados participen activamente en la vida democrática. De esta forma, el goce del mínimo vital es un presupuesto sin el cual las coordenadas centrales de nuestro orden constitucional carecen de sentido”. El IBU forma parte de ese mínimo vital con el que deberían contar todos los mexicanos para que ni el lugar de nacimiento ni el origen social determine con cadenas más fuertes que el acero el rumbo de sus vidas. Por el IBU y la propuesta de un Gobierno de Coalición, votaré el próximo domingo por Ricardo Anaya y los candidatos de Por México al Frente. Y nos vemos en twitter: @ceciliasotog y fb.com/ceciliasotomx. *Del título del libro El Ingreso Básico Universal, de P. Van Parijs.
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