El discurso que dio Oprah Winfrey en la 75 edición anual de los Globos de Oro, tras recibir el premio Cecil B. DeMille por su destacada contribución al mundo del entretenimiento, es uno de los más emocionantes y conmovedores que he escuchado en mucho tiempo. Primero porque fue una especie de culminación de la campaña #metoo que permitió que muchas mujeres del mundo del cine denunciaran las condiciones de acoso y/o abuso sexual que por mucho tiempo rodearon el mundo del trabajo para las actrices. La campaña las empoderó, las liberó y sin duda, a pesar de algunas exageraciones, creará un ambiente de trabajo más sano y más igualitario en toda la industria del entretenimiento y más allá, incluso en el mundo del trabajo.
Pero la otra razón por la que me conmovió mucho este discurso fue por la experiencia que compartió Oprah al recordar como, cuando era una niñita, la cimbró ver por la TV en 1964, cuando el actor negro Sidney Poitier, recibía el Oscar al Mejor Actor, la primera vez que un actor negro lo recibía.
Me recordó una escena que describe Nelson Mandela en Long walk to freedom, su autobiografía. En 1962, Mandela viaja a Etiopía para una convención; era la primera vez que salía de África del Sur, inmersa en el Apartheid. Recién llegado a Addis Abeba, la capital de Etiopía, ésta le pareció insignificante comparada con Johannesburgo. Pero luego comparte esto:
«Antes de la inauguración de la conferencia, los delegados nos reunimos en la diminuta ciudad de Debra Zaid. Se había erigido un gran estrado en la plaza central y Oliver y yo nos sentamos a un lado, alejados del pódium principal. De repente oímos la música distante de un único clarín y a continuación el sonido de una banda de metales acompañada por el retumbar constante de tambores africanos. Al aproximarse la música pude oír-y sentir-el rumor de cientos de pies marchando. Desde detrás de un edificio que había al borde de la plaza surgió un oficial que blandía una resplandeciente espada; a sus espalda marchaban quinientos soldados, en columnas de a cuatro, armados con rifles pulidos que llevaban apoyados sobre el hombre uniformado. Cuando la tropa llegó delante del estrado se escuchó una orden en amárico y los quinientos soldados se detuvieron al unísono, dieron media vuelta y efecturaron con toda precisión un saludo dirigido a un hombre mayor que vestía un deslumbrante uniforme: Su Alteza el Emperador de Etiopía, Haile Selassie, el León de Judea.
Por primera vez en mi vida veía soldados negros bajo las órdenes de generales negros ante el aplauso de líderes negros que eran todos huéspedes de un jefe de estado negro. Fue un momento embriagador. Esperaba que fuera un anticipo de lo que el futuro había de deparar a mi propio país.»
¡Por primera vez vio que un negro podía ser presidente, general, etc., y mandar! Lo mismo he pensado del valor simbólico que tiene el que las niñas vean a mujeres en altos puestos de gobierno o en campañas políticas, incluyendo, claro está, a la Presidencia de la República.
Con mi equipo hicimos una rápida traducción al español del discurso de Oprah con las ligas que permiten entenderlo mejor. No se lo pierdan.
Abajo, comparto la traducción al español.
En 1964, siendo una niñita, sentada en el piso de lineoleum de la casa de mi madre en Milwaukee, me tocó ver a Ann Bancroft entregar el premio del Oscar al Mejor Actor en la ceremonia 36 de la Academia Cinematográfica. Ann abrió el sobre y dijo cinco palabras que literalmente hicieron historia: “El ganador es Sidney Poitier”. Entonces, llegó al escenario el hombre más elegante que jamás había visto. Recuerdo su corbata blanca y por supuesto su piel negra. Nunca había visto a un hombre negro celebrado de esa manera. Y he tratado en muchas, muchas, muchas ocasiones de explicar lo que un momento así significa para una niñita que tantas veces, sentada en sillas baratas, vio llegar a su madre cansada hasta los huesos de limpiar casas ajenas. Pero todo lo que puedo hacer es citar y decir que la explicación está en la misma actuación de Sidney en Lilies of the Field: “amén, amén, amén, amén”. En 1982, Sidney recibió el premio Cecil B de Mille, aquí en los Golden Globe y no se me olvida que en este momento seguramente hay niñas pequeñas viendo como me convierto en la primera mujer negra a la que se le otorga ese mismo premio.
Es un honor y un privilegio compartir esta noche con todas ellas y también con los hombres y mujeres increíbles que me han inspirado, que me han desafiado, que me han sostenido y que han logrado que mi jornada hasta este momento haya sido posible. Denis Swanson quien se arriesgó por mí en AM Chicago. Quincy Jones que me vio en ese show y le dijo Steven Spielberg “Sí, ella debe ser Sofía en The Color Purple”; Gayle, que es definición de lo que es ser una amiga; y Stedman, que ha sido mi roca, por nombrar solamente algunos. Quiero también agradecer a la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood porque todos sabemos que la prensa en estos momentos está bajo asalto.
También sabemos que es el compromiso insaciable con descubrir la verdad, lo que impide que simulemos no ver la corrupción y la injusticia, a los tiranos, y a las víctimas, a los secretos y las mentiras. Quiero decir cuánto valoro a la prensa en estos días más que nunca, en la medida que tratamos de navegar en estos momentos complicados. Lo que me lleva a lo siguiente: hoy sé que hablar tu propia verdad es la herramienta más poderosa que tenemos. Y me siento muy orgullosa e inspirada por todas las mujeres que han tenido la fuerza y se han sentido empoderadas para hablar su verdad y compartir sus historias personales. Cada uno de nosotras en esta sala, estamos siendo celebradas debido las historias que contamos pero en este año nosotras somos esa historia. Y no es solamente una historia que afecte el a la industria del entretenimiento. Es una que trasciende cualquier cultura, geografía, raza, religión, o política en el mundo del trabajo.
Así que hoy quiero expresar gratitud a todas las mujeres que han soportado años de abuso y asalto debido a que ellas, como mi madre, tenían hijos a los que alimentar, facturas que pagar y sueños que perseguir. Ellas son las mujeres cuyos nombres nunca conoceremos. Trabajan en fábricas y trabajan en restaurantes: son también académicas o ingenieras y médicas y científicas; son parte del mundo de la tecnología, la política y la empresa, son nuestros atletas en las Olimpiadas , nuestras soldados en el Ejército.
Hay alguien más: Recy Taylor. Un nombre que conozco y que creo que ustedes también deben conocer. En 1944, Recy Taylor era una joven esposa y madre en Abbeville, Alabama. Regresaba de la iglesia a su casa cuando fue secuestrada por seis hombres blancos armados que la violaron y la dejaron tirada a un lado del camino, con los ojos vendados. La amenazaron con matarla si contaba lo que había sucedido. Pero su historia fue reportada a la Asociación para el Avance de la Gente de Color (NAACP) donde una joven activista que se llamaba Rosa Parks se convirtió en la principal investigadora de su caso .Y juntas buscaron justicia.. Pero en la era de Jim Crow, la justicia no era una opción. Los hombres que trataron de destruirla nunca fueron perseguidos. Recy Taylor murió hace 10 días a punto de cumplir su 98 cumpleaños. Ella vivió, como hemos vivido por demasiados años, en una cultura deformada por hombres poderosos. Y por demasiado tiempo las mujeres no han sido escuchadas o creídas si es que se atrevieron a contar su verdad con respecto al poder de esos hombres: pero eso se acabó, se acabó.
Sólo espero que Recy Taylor haya muerto conociendo que su verdad –como la verdad de tantas otras mujeres que fueron atormentados en esos años y que todavía sigue siendo atormentadas—sigue avanzando. Y esa verdad estaba en algún lugar del corazón de Rosa Parks, cuando tomó la decisión de seguir sentada en ese autobús de Montgomery. Y esa verdad está aquí, con todas las mujeres que deciden decir #metoo y con cada hombre que decide escuchar. En mi carrera, lo que siempre he tratado de hacer mejor, ya sea en televisión o en películas, es decir algo acerca de cómo los hombres y las mujeres realmente se comportan, contar cómo experimentamos la vergüenza, cómo amamos y cómo nos enfurecemos, cómo fracasamos, cómo damos marcha atrás, cómo perseveramos y cómo nos superamos. Y he entrevistado o descrito a personas que han enfrentado lo peor que la vida puede ofrecer pero una cualidad que todos comparten es la de mantener la esperanza –aún en las noches más oscuras– de que vendrá un mejor mañana.
Quiero que todas las niñas que nos están viendo sepan que un nuevo día está en el horizonte y cuando llegue finalmente el amanecer será porque muchas mujeres magníficas, muchas de las cuales están aquí en esta sala esta noche y muchos hombres también fenomenales han luchado duro para para asegurar que estas niñas se conviertan en las líderes que nos lleven a ese futuro cuando nunca más alguien tenga que decir #metoo. Gracias.
Aquí el momentó que impactó a la niña Oprah al ver celebrado por primera vez a un actor negro Sidney Poitier Wins Best Actor: 1964 Oscars.
Aquí el Amén Amen de Sidney Poitier que recuerda Oprah en su discurso:
Si quieren saber más sobre Recy Taylor, visiten esta página: https://www.theatlantic.com/politics/archive/2018/01/recy-taylor/550115/
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