14 de Agosto de 2017
La carta que escribe el presidente cubano, Raúl Castro, al presidente venezolano es cortita. No necesitaba más. Es una variedad de “Te escribo a ti, Nicolás, para que me entiendas tú, Trump”. Como el ocupante de la Casa Blanca no puede entender, tendrá que intentar hacerlo la cancillería mexicana y las demás cancillerías que firmaron el Consenso de Lima: no hay salida constructiva para Venezuela que no pase por La Habana.
Otras iniciativas, como la encabezada por José Luis Rodríguez Zapatero, Ernesto Samper, Martín Torrijos y Leonel Fernández, ya han mostrado su ineficacia al no contar con la confianza de la oposición. Pero de esto no se ha enterado el expresidente colombiano Ernesto Samper que las reitera en su artículo del 11 de agosto en El País. Además de haber perdido su calidad de interlocutores con la oposición, no tienen la menor posibilidad de éxito porque sus propuestas carecen de incentivos para obligar al régimen dictatorial de Maduro a aceptarlas.
En su artículo, Samper propone: 1) Definir el calendario constitucional para las próximas elecciones (¿por qué aceptaría Maduro un calendario en el que perdería las elecciones? 2) Acordar los términos de una ley de Amnistía que permita habilitar la participación de todos los actores políticos (¿Y darle la Presidencia a Henrique Capriles o Leopoldo López? Mejor inhabilitarlos, como lo ha hecho Maduro). 3) Devolver a la Asamblea Nacional los poderes que le retiró el Tribunal Superior de Justicia (Pero si todo el carnaval de la Asamblea Constituyente fue para invalidar y suplantar a la Asamblea Nacional, electa con el voto mayoritario de los venezolanos).
La carta del Presidente cubano es sumamente útil porque pone en blanco y negro el gambito que se juega. Sin Obama en la Casa Blanca y con la oposición explícita de Donald Trump a cualquier ablandamiento hacia Cuba, la única carta de peso con la que cuenta La Habana para atemperar el endurecimiento de Washington es su influencia y poder sobre el régimen de Maduro. “Querido Nicolás”, escribe el Presidente cubano mostrando su carácter de mentor del aprendiz de dictador venezolano y después de expresar que “con inmenso júbilo revolucionario conocí los resultados de las elecciones y de la instalación de la Asamblea Constituyente” pasa la parte sustantiva: “Seguramente, vendrán días de fuerte lucha, de acoso internacional, de bloqueos, de limitaciones, pero también serán días de creación, de trabajo para revolucionarios y todo el pueblo venezolano que como hasta hoy no estará solo y nos tendrá a los cubanos en la primera fila de la solidaridad militante y más comprometida con su causa”.
Es claro que “los bloqueos y limitaciones” no vendrán de afuera de Venezuela: el desastre económico fabricado por el régimen de Maduro y precipitado por la caída de los precios del petróleo castiga de forma inmisericorde a 30 millones
de venezolanos. Nadie en su sano juicio puede pedir más penurias para ellos. Salidas como una posible invasión, mencionada por el incapaz Presidente estadunidense, son inaceptables: sólo justificarían al régimen y sus medidas represivas y constituirían un retroceso de décadas para el continente.
La Mesa de Unidad Democrática jugará la riesgosa carta de participar en las elecciones de diciembre, enfrentando el veto en siete estados y con la amenaza del régimen de impedir la participación de los líderes que estime un peligro. Aun así, diciembre está lejos y no se puede desestimar que el régimen recurra a las provocaciones para generar y justificar violencia y que la desesperación cunda en la oposición.
Hacia Venezuela urge aumentar la presión internacional, pero se requieren también nuevas iniciativas de diálogo entre Cuba y Estados Unidos, como la original de Canadá y el Vaticano, y también de países latinoamericanos hacia Cuba que tomen en cuenta la nueva geometría en Washington. Una Venezuela ingobernable o sumida en una posible guerra civil en nada beneficiaría la lentísima transición en la isla. Nos vemos en Twitter @ceciliasotog y Fb.com/ceciliasotomx.
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