29 de Mayo de 2017
Una de las batallas electorales del Estado de México ya se resolvió: la izquierda existe, tiene programa, militantes y fuerza electoral. No me refiero a Morena, que es un movimiento valioso, pero que se sitúa en la geometría de los partidos cristianos. Me refiero al Partido de la Revolución Democrática (PRD), que en menos de 55 días de campaña ha triplicado más que a sus simpatías entre el electorado mexiquense.
Entre las opciones cristianas, el partido de Andrés Manuel López Obrador es, sin duda, una mejor opción que el Partido Encuentro Social que, violando la ley bajo la mirada cómplice de la Secretaría de Gobernación, postula a pastores en activo y más que electores tiene feligresía. En el caso del Movimiento Regeneración Nacional, venidos muchos de sus militantes de la izquierda, del Partido de la Revolución Democrática mismo, conservan fidelidad a los principios del laicismo, de la separación Iglesia-Estado, etcétera, pero han renunciado como movimiento, quizá no como individuos, a los valores de una izquierda del siglo 21. Es por ello que, como se refleja en la última encuesta de El Financiero, muchos de los votos que ha perdido el Partido Acción Nacional, se han trasladado a Morena, pues ambos partidos tienen grandes dificultades en reconocer derechos como la interrupción legal del embarazo, el matrimonio igualitario y la adopción de hijos por las parejas homoparentales.
En la entrevista de principios de mayo de Jorge Ramos (Univisión) a Andrés Manuel, éste reitera que someterá consulta ciudadana estos derechos. Pero la Suprema Corte de Justicia, la Constitución de la Ciudad de México y el mismo Partido de la Revolución Democrática coinciden en que los derechos no se ponen a consulta: se reconocen, defienden y respetan.
A diferencia del blanquiazul, el de Andrés Manuel López Obrador no es un partido democrata cristiano, pues no sigue reglas democráticas en su vida partidaria. Se eligen candidatos por dedazo del líder o a tombolazo limpio. Y su dirigente no tiene empacho en enfatizar su liderazgo por sobre el de Delfina Gómez, candidata a gobernadora, algo que no se parece al liderazgo independiente por el que luchamos las mujeres. No hay nada de malo en ser un partido con valores cristianos, una de las grandes religiones monoteístas. Sólo que hay que estar claro que eso no es un partido de izquierda; digamos que Morena está ligeramente a la derecha del Papa Francisco. No hablaré del programa económico porque ahí el salto no es al siglo 20, sino varios atrás.
El gran hecho político de la campaña del Estado de México es el reencuentro del Partido de la Revolución Democrática con su militancia y su propuesta libertaria, al tiempo que incluyente y de resultados, representada por la candidatura de Juan Zepeda. Contra toda la opinocracia, contra las inercias autodestructivas internas, la gente humilde del Estado de México y la militancia mexiquense le han dado una gran lección a ese partido. La noticia es que esta vez el PRD dejó de lado la cacofonía interna para escuchar las miles de voces que piden un ¡basta ya! a la inseguridad, el desempleo y la violencia en esa entidad: eligió a un estupendo candidato y ha hecho una campaña unido, levantando propuestas para mejorar la vida de la gente.
Por eso no es posible una alianza con Morena. Primero, porque cuando era posible, según la ley electoral local, el líder de Morena dinamitó todo acuerdo posible. No sólo negaba encuentros y diálogo e insultaba, sino que proseguía con su estrategia de alimentar a su partido de los militantes del PRD. Él, al igual que la mayoría de opinadores, daba por descontado la desaparición del partido amarillo. Hoy es tarde para esta elección.
No podría explicar con exactitud cuál es el secreto del éxito de Zepeda. Tiene una presencia y personalidad agradables, una historia de vida en la que se pueden reflejar millones de mexiquenses, inteligencia emocional que conecta con la gente y especialmente con los jóvenes. Pero lo que creo que es el factor determinante es una experiencia exitosa de gobierno en un municipio populoso y difícil como es Neza, nada que se pueda comparar con un municipio pequeño como Texcoco u otro privilegiado como Huixquilucan. Si pensamos en el votante que hará la diferencia en esta elección, el que abandona al Partido Revolucionario Institucional para votar por una nueva opción, tiene que encontrar cierta seguridad de que su salto no será al vacío. Y los números y los avances cualitativos en Neza me parece que son los que construyen ese puente de seguridad al elector que, por primera vez, dejará de votar por el tricolor. Una batalla ya se ganó, la de la existencia de una izquierda renovada; esperemos que la otra, derrotar al Partido Revolucionario Institucional, también sea para este lado. ¡Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog y fb.com/ceciliasotomx.
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