Comparto con ustedes un interesante artículo de Paul Krugman, publicado en The New York Times el 6 de enero pasado, en el que explica que en el Estados Unidos hay en promedio mensual 1.5 millones de despidos o pérdidas de trabajos, así que los 700 nuevos empleos que Ford creará en Michigan no son muy significativos.
La era de la falsa política
El jueves 5 de enero, según una estimación aproximada, 74 mil estadounidenses fueron despedidos por sus empleadores. Algunos de estos trabajadores encontrarán nuevos buenos empleos pero muchos terminarán ganando menos y algunos permanecerán desempleados durante meses o años.
Si esto les suena terrible y se preguntan qué catástrofe económica ha ocurrido, la respuesta es: ninguna. De hecho, yo asumo que el jueves 5 de enero fue un día normal en el mercado laboral.
Después de todo, la economía de Estados Unidos es enorme, con unos 145 millones de empleados. También es constantemente cambiante: las industrias y las empresas suben y caen, y siempre hay ganadores y perdedores. El resultado es un “embollo” permanente, con muchos puestos de trabajo que desaparecen, incluso cuando muchos nuevos son creados. En un mes promedio hay 1.5 millones de separaciones involuntarias del empleo (a diferencia de las separaciones voluntarias), o 75 mil por día. De ahí mis cálculos.
¿Para qué les digo esto? Para subrayar la diferencia entre la política económica real y la política falsa que últimamente ha capturado mucho la atención de los noticieros.
En una nación tan grande y rica como los Estados Unidos, la política económica real involucra grandes sumas de dinero y afecta a grandes franjas de la economía. El rechazo de la Ley de Cuidado Asequible de la Salud, que suprimiría cientos de miles de millones de dólares de subsidios para las familias de ingreso bajo y medio y provocaría la pérdida de cobertura para unos 30 millones de personas, ciertamente contaría.
Considérese, en cambio, la historia que dominó varios ciclos de noticias hace unas semanas: la intervención de Donald Trump para evitar que Carrier moviera empleos a México. Algunos reportes dicen que fueron salvados 800 puestos en Estados Unidos; otros sugieren que la compañía simplemente reemplazará trabajadores con máquinas. Pero aun aceptando el enfoque más positivo, por cada trabajador cuyo empleo fue salvado por este trato, alrededor de cien perdieron el suyo el mismo día.
En otras palabras, pudo haber sonado como si Mr. Trump estaba haciendo algo sustantivo mediante su intervención en Carrier, pero no fue así. Esto es política falsa ‒un show dirigido a impresionar a los patanes, no para lograr resultados reales.
Lo mismo vale para la decisión de Ford de crear 700 nuevos empleos en Michigan ‒o, para el caso, la denuncia desafiante de los hechos de Mr. Trump contra General Motors por manufacturar el Chevy Cruze en México (esta fábrica abastece principalmente mercados externos, no el de Estados Unidos).
¿Tuvo la administración entrante algo qué ver con la decisión de Ford? ¿Puede la presión política cambiar la estrategia de General Motors? Importa poco: las intervenciones caso por caso del poder político nunca tendrán un impacto significativo en una economía de 19 mil millones de millones de dólares.
¿Por qué tales historias atraen tanto la atención de los medios?
El incentivo de la administración entrante para involucrarse en política falsa es obvio: es la contraparte natural del populismo falso. Mr. Trump obtuvo apoyo abrumador de votantes de clase trabajadora blancos, quienes lo creyeron de su lado. Pero la agenda política real de Trump, aparte de la amenazante guerra comercial, es la política estándar del republicanismo moderno: grandes rebajas fiscales para los multimillonarios y cortes salvajes de programas sociales, incluyendo aquellos esenciales para muchos votantes de Trump.
¿Qué puede hacer Mr. Trump para mantener esta estafa? La respuesta es intervenciones vistosas pero triviales que puedan ser presentadas como salvadoras de unos cuantos empleos aquí o allá. Sustantivamente, esto nunca contará más que un error de redondeo en una nación gigantesca. Pero puede funcionar como una estrategia del Partido Republicano, al menos por un tiempo.
Considérese que las corporaciones tienen todos los incentivos para participar en el jaleo. Supón que eres un ejecutivo que desea intercambiar favores con la nueva administración. Una cosa que puedes hacer es, por supuesto, orientar negocios hacia los hoteles de Trump y otras empresas. Pero otra cosa que puedes hacer es ayudar a generar encabezados amigables con Trump.
Mantener unos cuantos cientos de empleos en los Estados Unidos por un par de años es una forma muy barata de contribución de campaña; simular que la administración te persuadió de crear algunos empleos que de todos modos hubieras creado es todavía más barato.
Sin embargo, nada de esto funcionaría sin la complicidad de los medios noticiosos. Y no estoy hablando de “noticias falsas” como el gran problema que está surgiendo; estoy hablando de coberturas noticiosas de los respetables medios de la corriente principal.
Disculpen, amigos, pero los encabezados que repiten las pretensiones de Trump de haber salvado empleos sin comunicar la falsedad esencial de tales pretensiones son una traición al periodismo. Esto es cierto incluso si, como pasa a menudo, los artículos eventualmente sortean la exageración en unos cuantos párrafos: muchos lectores, si no la mayoría, tomarán el encabezado como validación de la pretensión.
Y es todavía peor si los encabezados inspirados por la política falsa excluyen la cobertura de la política real.
Supongo posible que la política falsa provocará eventualmente una reacción de los medios ‒que las organizaciones periodísticas empezarán a tratar las tretas como la del episodio Carrier con el ridículo que merecen. Pero nada de lo que hemos visto hasta ahora inspira optimismo.
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