Lisa Randall, The New York Times, 4 de enero, 2017
Cambridge, Mass. A medida que volteamos al 2016, y quizá nos inquietamos por el 2017, podemos hallar consuelo en las cosas importantes que sabemos y seguimos aprendiendo sobre el universo. Además del mejor entendimiento del 5 por ciento de la materia que ha sido bien estudiado y comprendido, los científicos están develando misterios sobre el resto ‒25 por ciento es materia oscura, y el restante 70 por ciento es energía oscura.
La materia oscura interactúa gravitacionalmente igual que la materia ordinaria ‒agrupándose en galaxias y conjuntos de galaxias, por ejemplo‒ pero la llamamos “oscura” porque no interactúa de manera perceptible con la luz. De modo que el 85 por ciento de la materia del universo no es materia común. No está hecha de átomos y no transporta carga eléctrica.
Observaciones hechas en los 1980 presentaron evidencia convincente de materia oscura, abriendo así un vasto campo de trabajo científico. De todos los grandes avances de la física en el siglo 20, seguramente este debería figurar cerca del primer lugar, haciéndolo merecedor del premio mundial más preminente en este campo, el Premio Nobel. No obstante, hasta la fecha nadie ha sido premiado por este motivo, y quizá nunca lo sea, pues la científica a la que más frecuentemente se atribuye el establecimiento de su existencia, Vera Rubin, murió el día de Navidad.
Incluso los físicos que ahora son legendarios frecuentemente trabajan en la opacidad hasta que el Nobel los eleva al estrellato global. Así que mucha gente podría no saber de la doctora Rubin o de su trabajo pese a su enorme significación. De haber recibido el Nobel hubiera sido ampliamente celebrada por sus logros y probablemente servido como inspiración para aspirantes a científicos en todas partes.
Algunos físicos que argumentaron contra el otorgamiento del premio a la doctora Rubin se enfocaron en controversias legítimas, como la cuestión de si la evidencia indirecta presentada por ella era suficiente para determinar la existencia de materia oscura, o si interpretó la excesivamente rápida rotación de las galaxias ‒fenómeno que ella y sus colaboradores observaron agudamente‒ como evidencia de la existencia de materia oscura.
Pero objeciones similares pudieron haber sido hechas a la mayoría de los descubrimientos que han ganado el Nobel. Arno Penzias y Robert Woodrow Wilson detectaron ruido de fondo en su antena de radio, el cual otros físicos explicaron después como el descubrimiento de la radiación de microondas cósmicas del tiempo del Big Bang. Pero de cualquier manera Penzias y Wilson ganaron merecidamente el Nobel.
En los 1990, astrónomos descubrieron que la expansión del universo se acelera, no se desacelera, como ellos habían planeado medir originalmente, pero nadie sabe qué es lo que abastece la energía oscura [que causa la aceleración], o incluso si necesariamente se trata de una energía constante, como lo implica el término “energía oscura”. El fenómeno de la superconductividad de alta temperatura fue descubierto sin que nadie conociera su mecanismo fundamental. No obstante, todos estos avances obtuvieron merecidamente el Nobel también.
Otro argumento a veces esgrimido contra la doctora Rubin es que fueron muchos los científicos que contribuyeron a poner juntos los elementos de la representación de la materia oscura. Esto es cierto. Pero los datos de la doctora Rubin fueron por mucho tiempo la evidencia más fuerte de que algo no encajaba, aunque no supiera entonces cuál era la causa. (Y en cualquier caso, ella pudo haber compartido el premio con otros dos científicos al menos).
Ciertamente, ella fue de las primeras en lograr que los científicos pusieran atención en el objeto de su investigación. En sus palabras, “decidí escoger un problema que podía mantener en observación y abrir camino, con la esperanza de que la gente se interesara en él, pero que no se interesara tanto como para que me molestaran antes de terminar.” Y funcionó. Observó que las cosas más lejanas en las galaxias rotaban a la misma velocidad que las cosas cercanas al centro ‒no lo que uno esperaría, a menos de que en la galaxia hubiera mucha más materia de la que uno podía ver.
El descubrimiento de la doctora Rubin fue revolucionario, y ella recibió otros premios en su carrera; en 1993, el presidente Bill Clinton le otorgó la Medalla Nacional de Ciencia.
El elefante en el cuarto es el género. La doctora Rubin no fue la única en ser ignorada para el Nobel. Cada uno de los grandes descubrimientos en el Modelo Standard de física de partículas, acaso el mayor logro de la física del siglo 20, fue galardonado con el premio, excepto uno. Chien-Shiung Wu, quien mostró que las leyes físicas distinguen izquierda y derecha, fue ignorada, aun cuando dos de sus colegas varones obtuvieron el premio por desarrollar la teoría detrás de su trabajo, y [una investigación] todavía más sutil [sobre] ruptura de simetría lo ganó después.
De los 204 laureados por el Nobel en física, solo dos han sido mujeres ‒y la primera y más conocida, Mary Curie, fue incluida solo porque su marido, Pierre, insistió en que ella también fuera premiada por su trabajo conjunto. Los premios y reconocimientos usualmente requieren un ejercicio de juicio, y casi siempre habrá algún grado de controversia. Pero no hace falta ser una lumbrera para ver que los números del Nobel están sesgados.
¿Importa el premio? Por supuesto que sí. Es importante para los individuos, para la sociología de la ciencia y para la ciencia misma. La doctora Rubin fue una importante apoyadora de las mujeres científicas. Pero imagínese cuánta gente más hubiera apoyado si su nombre hubiera estado en la lista de los premiados.
Es muy malo que la falta del Nobel para la doctora Rubin conduzca a esta clase de conversación en vez del mero reconocimiento de sus logros. Cuando se incluye a mujeres en cualquier lista de contrataciones, voceros o premiados, los responsable a menudo enfatizan con orgullo sus esfuerzos, como si fuera un servicio, sin importar cuán merecedores pudieran ser quienes reciben la distinción. Aun así, probablemente la única lista con un componente de género es aquella en la que ella no está. El trabajo de la doctora Rubin mostró que en el universo hay mucho más de lo que vemos.
Lisa Randall es profesora de física en la Universidad de Harvard y autora de “Dark Matter and the Dinosaurs”.
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