19 de Junio de 2017
Para las cuartas elecciones presidenciales del siglo 21 utilizamos referencias acuñadas en los siglos 19 y 20: izquierda y derecha. A estas alturas éstas parecen más un corsé de acero que una herramienta útil para acordar los contenidos bajo los cuales ciudadanos, organizaciones no gubernamentales y partidos políticos podríamos converger para fundar un gran frente que le dé viabilidad, crecimiento y justicia a este país.
En países como Estados Unidos las políticas de derecha e izquierda están claramente identificadas con los partidos Republicano y Demócrata, respectivamente, a lo largo de temas como el tamaño del gobierno, del gasto público y la política fiscal y estas definiciones polarizan el debate sobre las políticas que inciden en salud, educación, políticas sociales, etcétera. No es así en México, en donde la persistencia de la pobreza y el subdesarrollo han hecho que la derecha se corra al centro, so pena de perder todas las elecciones. Especialmente en el PAN, pero no sólo en ese partido, persisten también corrientes de ultraderecha.
Un ejemplo del corrimiento hacia el centro de los gobiernos de Acción Nacional es la implementación del Seguro Popular en el gobierno de Felipe Calderón, política que viola uno de los principios clásicos de la “derecha”: otorgar beneficios a los informales y que constituye un paso importante hacia una cobertura universal de salud. Ejemplo de la persistencia del pensamiento retrógrada derechista en ese mismo gobierno fue el deterioro deliberado de las políticas de educación sexual; de hecho, ese sexenio es el “padre” de la epidemia de embarazos adolescentes que tenemos en la actualidad. Y qué decir de la alianza entre el PAN y el Revolucionario Institucional —heredero del movimiento revolucionario laico de 1917— para inscribir en las constituciones de 18 estados “el derecho a la vida” desde que el espermatozoide le coquetea por primera vez al óvulo, lo que ha duplicado el número de mujeres en las cárceles por aborto. Una vergüenza.
“Derecha” e “izquierda” no nos sirven para construir un frente progresista para 2018. Propongo, en cambio, construir una matriz simple, de secundaria: en los renglones horizontales colocaremos los temas que consideremos esenciales para el avance del país. En las casillas verticales, los partidos, las personas, las candidaturas que estén en el horizonte. Y utilicemos la palomita y el tache para ver quién cumple con qué. En la medida en que se avance en la identificación de temas, la matriz se puede complejizar, por ejemplo, con una tercera dimensión, que identifique los cómos.
Por ejemplo, un tema transversal que corre por todos los partidos, organizaciones y ciudadanos que deseamos colgar en Los Pinos el retrato de alguien que no sea postulado por el PRI, es el del combate a la corrupción. Todos y todas tendrían palomita en ese renglón. Muy bien. Sólo que en el cómo y, por tanto, en el tercer eje, hay diferencias de fondo. Mientras que la mayor parte de los partidos y candidatos concordamos con matices en la urgencia de darle vida e implementar el Sistema Nacional Anticorrupción, el candidato López Obrador, como lo establece en su último libro, La Salida, no cree en ese proyecto. Cree, en cambio, en una versión muy personal de la “trickle down economics”, pero aplicada a la política. Esa escuela de economía plantea que hay que tener paciencia porque la riqueza producida entre los más afortunados irá “goteando”, “filtrándose” o “derramándose” (trickle down) hacia los menos afortunados. En la política, el candidato de Morena plantea que su ejemplo de hombre recto y no corrupto también irá filtrándose hacia los escalones inferiores de su gobierno, logrando la transformación moral de todos los funcionarios —un coro de ángeles—, que ahorrarán al gobierno cientos de miles de millones de pesos. Otros creemos en instituciones.
Otros temas horizontales: un cambio en la política de seguridad. De igual manera, con la excepción de la precandidata del PAN, todos los ocupantes de las casillas verticales coinciden en que existe una catástrofe de derechos humanos y de seguridad. Todos menos una tendrían palomitas, pero habría serias diferencias en los cómos y ello se demuestra con la dificultad para que el Congreso apruebe las leyes respectivas.
Fortalecimiento del mercado interno, mejora salarial y mejora de la calidad y cantidad de la inversión pública. Política fiscal. Educación pública. Avance, exigibilidad y cumplimiento de los derechos humanos. Justicia y Estado de derecho, son otros temas para calificar a los aspirantes.
¿Cuáles son los renglones mínimos en los que tendríamos que coincidir? ¿Qué tanto tendríamos que coincidir? Permítame el lector ir construyendo esa matriz en mis próximas colaboraciones, y contar con sus aportaciones. Nos encontramos en Twitter: @ceciliasotog y fb.com/ceciliasotomx
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