Edomex:¿una final como la de España de 2004?

15 de Mayo de 2017

Ya se ha reconocido, por tirios y troyanos, que Juan Zepeda, el candidato del Partido de la Revolución Democrática, es el mejor calificado para gobernar el Estado de México, pero ¿puede ganar? Puede  y debe ganar. Primero explicaré el “debe”.

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Cuando el presidente Peña Nieto habló de la corrupción como un hábito cultural no estaba del todo equivocado. Quizá, extrapolaba a la nación lo que sí es una cultura en la clase política mexiquense. Mezclar política y negocios, negocios y política es un deber ser de la clase política priista de ese estado. Es un hábito, una necesidad reforzada por un sistema electoral que cada vez depende más de una caja paralela de recursos económicos. El éxito del profesor Carlos Hank González como político y como hombre de negocios tuvo un efecto-demostración perdurable en los cuadros mexiquenses. Su multicitada frase “Político pobre, pobre político”, es también una lección de estrategia electoral: las elecciones se ganan con maquinaria y ésta depende del dinero.

Es por esta naturalidad de la imbricación entre negocios y política que al presidente Peña Nieto le costó tanto trabajo entender que el affaire Casa Blanca representaba un conflicto de interés monumental, que Luis Videgaray siga sin ver conflicto alguno en recibir préstamos privados de un empresario que participaba en importantes licitaciones locales y federales, que Alfredo del Mazo, del PRI, no se haya pronunciado jamás contra las prácticas corruptas de la constructora española OHL que afectan directamente a los electores que hoy quiere conquistar y que Delfina Gómez, de Morena, también considere natural retener salarios de los servidores públicos, entregarlos a Higinio Martínez, el cacique, y tomarse la foto con los aliados de Elba Esther Gordillo quien está en prisión… por corrupción.

A diferencia de Josefina Vázquez Mota, que no se formó políticamente en el Estado de México, el único candidato, verdaderamente, local que no comparte esa actitud natural hacia el binomio política-negocios, es Juan Zepeda. No por magia: salió por más de una década del Estado de México, fue migrante en Estados Unidos y le tocó vivir en carne propia la extraña experiencia transformadora que sufrimos los mexicanos al cruzar la línea, allá no tiramos ni un papel porque la ley se cumple. Juan debe ganar por que no habla toluqués.

Juan Zepeda es el único candidato liberal que reconoce abiertamente los derechos de la comunidad LGBTTT, el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, a la economía del cuidado, a una mejora salarial, todos temas en los que el PRD ha sido pionero. Alfredo del Mazo se ha pronunciado explícitamente en contra del matrimonio igualitario, en contra de la interrupción legal del embarazo y en contra de la adopción por parejas gay y antes de la elección jamás se pronunció en contra del miserable salario mínimo. En cuanto a la candidata Delfina Gómez, el líder de su partido comparte la plataforma moral de las iglesias cristianas con las que Del Mazo hizo alianzas.

Ya se ha hablado mucho de la exitosa experiencia del municipio de Nezahualcóyotl en materia de seguridad, hoy motivo de estudios internacionales como un caso de éxito relevante. Pero también es notable la política pública a favor de los calentadores solares que uno puede ver en los techos de ese municipio y por el hecho de ser el único candidato que habla en términos metropolitanos, una realidad innegable entre la Ciudad de México y la entidad mexiquense.

¿Pero puede ganar Juan Zepeda? Esta elección me recuerda la presidencial de 2000 y la española de 2004. En la primera, 90% de las encuestas predecían el triunfo del PRI. Confundían la expectativa mayoritaria de que ganaría el PRI, porque siempre lo había hecho, con la intención del voto del elector. En esta elección, la gran mayoría cree que va a ganar el PRI, porque siempre lo ha hecho, al mismo tiempo una mayoría de encuestados expresa que ese partido sería uno por el que nunca votaría. Súmele a ese coctel imprevisible la experiencia de la elección general de España en el 2004, en la que en 4 días cambió radicalmente la intención del voto, no tanto debido a los atentados del 11 de marzo en la estación de trenes Atocha, como por el error del gobierno de Aznar de mentirle al pueblo español y echarle la culpa a ETA teniendo evidencias de la autoría del terrorismo islámico.

No espero ni menos deseo un hecho como el de Atocha, pero se acumula evidencia contra los dos candidatos aparentemente punteros: el vaso está casi lleno y en tres semanas bien puede llegar la gota que derrame la paciencia de los mexiquenses. Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog y fb/ceciliasotomx

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